La Leyenda de la Rosa
Corrían ya próximos a la ultima puerta del enorme calabozo, la cual tenía el horrible dibujo de un ser encapuchado sujetando una espada con dos cuernos de empuñadura. Quedaron de frente a la puerta y se miraron.
-No hay mucho tiempo, Nicolás debes entrar solo, nosotros nos encargaremos, y te daremos tiempo. Lucha valientemente, lucha por
nuestro reino, libéralo de esta maldad que lo oprime.
-¡Héctor!, ¡Abel!
No hubo tiempo para decir más, en un segundo se encontraba tras la puerta, sus dos compañeros le habían empujado a través en el último instante.
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